Autora: Dra Caridad Massón Sena, investigadora titular del Instituto Cubano de Investigación Cultural “Juan Marinello”.
Texto presentado a la Conferencia “La cooperación soviética-latinoamericana durante la Segunda Guerra Mundial y la actualidad”, La Habana, 5 de mayo de 2015.
El Partido Comunista de Cuba, fundado en 1925 como una sección de la Internacional Comunista radicada en Moscú, siguió de manera generalizada, sus orientaciones en diferentes momentos históricos. En muchos casos, estas respondían a los intereses internos y externos de la Unión Soviética y ello propició numerosas controversias entre los comunistas y otras fuerzas políticas de izquierda, nacionalistas y liberales.
La doctrina leninista esencialmente internacionalista había sido arrinconada por la teoría estalinista de la posibilidad del socialismo en un solo país. Se exigía a los miembros de la Comintern, la defensa incondicional de la URSS. Ese requerimiento colocó a la mayoría de los partidos comunistas en una posición muy difícil dentro de sus contextos nacionales, porque los hizo patrocinar acciones de política exterior muy cuestionables como fueron el “Pacto de No Agresión Soviético –Alemán” y la “Guerra de Finlandia.”
Durante el cuatrienio comprendido entre 1935 y 1938 se llevaron a cabo varios procesos judiciales en la URSS, en los cuales fueron condenados dirigentes, funcionarios y otras personas de prestigio bajo acusación de ser terroristas y agentes del fascismo, del imperialismo o del trotskismo. En ellos fueron involucrados militantes extranjeros y funcionarios de la Comintern. Así veremos que en el primer semestre de 1937 de 607 personas que trabajaban en el Comité Ejecutivo de la IC (CEIC), fueron despedidas por razones políticas 102 y realizó sus últimas reuniones a fines de 1938. A partir de entonces, sus orientaciones emanaban directamente de Stalin.
El 23 de agosto de 1939, frente a la ambivalencia de Occidente y el inminente peligro de una agresión nazi, la URSS decidió rubricar un pacto de "no agresión" con Alemania. Ello le facilitó, más tarde, la ocupación de Ucrania y Bielorrusia Occidentales y la anexión de los países del Báltico. El día antes el CEIC elaboró un documento declarando, que el imperialismo alemán era partidario de la paz, mientras que los gobiernos inglés y francés impulsaban de la carrera armamentista. El dirigente del PCC Aníbal Escalante, en la revista El Comunista de noviembre, se hizo eco de estas afirmaciones, que provocaron confusión entre la militancia. Hasta ese momento se había enfatizado que las naciones fascistas eran los principales enemigos, con los cuales no podía haber ningún tipo de arreglos. La táctica de Frente Popular se consideró entonces inadecuada para los países capitalistas, sin embargo se promovió la de Frente Nacional sin Distinciones en las naciones dependientes del imperialismo. En Cuba esta se tradujo en un acercamiento a posiciones de conciliación clasista y en una alianza electoral con Fulgencio Batista y sus aliados.
Para retardar el ataque alemán a la Unión Soviética el “pacto de no agresión estuvo acompañado de un acuerdo económico y un importante protocolo secreto delimitando esferas de influencia para ambos signatarios. La transacción dio vía libre al asalto hitleriano sobre tierras polacas el 1ro de septiembre, deprimió el prestigio y la credibilidad de la dirigencia soviética. Una semana después del inicio de la II Guerra Mundial, la URSS clasificaba la conflagración como un conflicto imperialista, donde todos los gobiernos involucrados eran igualmente responsables; por tanto, la línea a seguir sería mantenerse fuera, sin auxiliar a ninguno de los contrincantes.
Por otro lado, dada la importancia estratégica del golfo de Finlandia para la protección de Leningrado, las autoridades soviéticas propusieron al gobierno de ese país el canje de varias decenas de kilómetros de su demarcación al norte de dicha ciudad por una zona mayor en el istmo de Karelia, el alquiler de un territorio para una base naval y la rúbrica de un acuerdo de ayuda mutua. Los fineses no aceptaron y buscaron el patrocinio de las potencias occidentales. En noviembre de 1939 el ejército rojo atacó a Finlandia desatándose una guerra que culminó en marzo de 1940. Este problema puso en entredicho nuevamente la política exterior soviética y creó otros inconvenientes para las tácticas unitarias que pretendían desarrollar los comunistas. Precisamente el 15 de noviembre se efectuaron en Cuba las votaciones para delegados a la Asamblea Constituyente, en las cuales fueron electos 6 diputados comunistas: Blas Roca, Juan Marinello, Salvador García Agüero, Romárico Cordero, César Vilar y Esperanza Sánchez Mastrapa . El 9 de febrero de 1940 se inauguró la Convención y a menos de un mes de iniciadas las sesiones, el 7 de marzo, los delegados del Partido Revolucionario Cubano (Auténtico) Eduardo Chibás, Carlos Prío, Emilio Ochoa y Salvador Acosta presentaron una moción de simpatías a Finlandia.
Aquella propuesta pretendía atacar a los comunistas y ganar simpatizantes para el populismo “autentico” alegando la defensa de la soberanía de las pequeñas naciones ante las grandes potencias. Chibás que era ampliamente conocido por sus posiciones radicales dentro del movimiento estudiantil antimachadista, que había apoyado a la República Española y tenía una postura antifascista y antimonopolista, fue el portavoz más relevante de aquella iniciativa. Gran partidario de la democracia representativa de los EE.UU. y adversario de todo tipo de dictadura, consideraba a Stalin uno de los grandes autócratas del mundo, por ello manifestó abiertamente su hostilidad hacia la Unión Soviética y, por lógica transitiva, a los comunistas cubanos. Chibás hacía una diferenciación entre la dirigencia comunista de entonces y el proceder Julio Antonio Mella y Gabriel Barceló, por los cuales tenía gran admiración.
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En su negativa a aceptar la moción, Blas Roca argumentó que el País de los Soviets actuaba en defensa propia contra las potencias imperialistas que aprovechaban las trincheras finesas para su acción antisoviética y que el ejército finlandés estaba dirigido por el mariscal Carl Mannerheim responsable de la represión popular en su país. Roca no concebía el tratamiento de ese tema en particular, si antes no se hacía alusión a la lucha del pueblo chino contra los japoneses o las situaciones de África del Sur, la India, Irlanda e, incluso, casos tan cercanos como los de Haití y Nicaragua .
El señor Chibás dice que defiende la libertad y la independencia de un pueblo con este mensaje, y en las narices nuestras tenemos la base naval de Guantánamo, que es parte de nuestra soberanía, que no nos pertenece – explica el dirigente comunista. Bien está que nos adentremos en los asuntos lejanos, pero bien está también que limpiemos nuestra casa, que miremos a nuestro alrededor, que limpiemos la viga del ojo propio antes de ver la paja del ojo ajeno.[1]
Los promotores del documento debían preocuparse más por dar satisfacción a los problemas generales del pueblo cubano y analizar el uso que le dieron a los fondos monetarios recaudados para la insurrección.
En sus palabras de réplica, Chibás acusó a los comunistas de haber traicionado sus principios de antaño, pues habían condenado la ocupación de Austria y Checoeslovaquia por Hitler, sin embargo, ahora le extendían las manos al nazismo con el objetivo de repartirse a Polonia. De esta manera, Stalin renegaba de toda su historia revolucionaria pasada, se convertía en un tirano, a la par que los comunistas cubanos que ayer atacaban al militarismo, hoy se abrazaban a Batista.
Con su elocuencia característica, Salvador García Agüero dejó al descubierto los propósitos ocultos de la moción. Primero reconoce que el caso de Finlandia había apasionado a la opinión pública y por eso que los auténticos trataban de aprovechar la ocasión para desviar la atención colectivas de los problemas fundamentales de la nación. Chibás con rebuscada acuciocidad había traído el caso a la Constituyente y no precisamente por Finlandia, sino para atraer la atención sobre el problema interior de la Rusia Soviética, para tratar de convencer a quienes los escuchaban de que en Rusia existía un régimen más o menos discutible y de esa manera “exprimir en beneficio propio la fobia contra el pavoroso comunismo local,” “infundir pavor en el corazón de la muchedumbres populares de estas latitudes”. Para decirle al pueblo que tuvieran mucho cuidado, porque si en las próximas elecciones eligían a miembros del Partido Comunista para el gobierno, la represión iba a ser tremenda, no se podría vivir tranquilo.[2]
Explicó además que los comunistas no eran traidores, que el cambio de actitud se debía al cambio de las circunstancias, que la línea a seguir por los defensores de un ideal no era un camino recto y variaba teniendo en cuenta las condiciones concretas de cada momento.
Si pretendemos ser objetivos debemos reconocer que ambas partes del debate tenían parte de razón; cada cual algunos desaciertos y gazapos. Ambas desviaban sus juicios según intereses clasistas y partidarios. Al final, un acuerdo mayoritario respaldó la moción de simpatías por Finlandia. La polémica resultó sintomática de la desunión de las fuerzas progresistas cubanas y de cómo aspectos de política internacional podían influir en la vida nacional de Cuba.
Meses después, cuando en el verano de 1940 la URSS intervino en las repúblicas del Báltico y los nazis pactaban con los gobiernos de Francia, Finlandia, Rumanía, Hungría y Bulgaria, el 28 de junio se creaba el Comité Nacional "Cuba fuera de la Guerra Imperialista" integrado por personalidades políticas, líderes obreros, organizaciones campesinas, juveniles, femeninas y hasta religiosas.
Ante los avances del nazismo, en 1941 la IC fue recuperando sus proyecciones antifascistas y de resistencia ante los agresores, sin embargo en los documentos oficiales y públicos se evitaban los ataques directos a Alemania. En abril de ese año se produjo la ocupación de Yugoslavia y las hordas fascistas se lanzaron contra Grecia. Y ya el peligro tocaba las fronteras de la URSS; en tanto Gran Bretaña y Estados Unidos comenzaron a temer seriamente un ataque hitleriano. Algunos dirigentes de la IC comenzaron de nuevo a manejar públicamente la posibilidad de crear los Frentes Antifascistas y, al mismo tiempo, tomó fuerza la idea de disolver la Internacional.
Sin embargo en Cuba se organizó una Conferencia Nacional contra el Servicio Militar Obligatorio (14 al 16 mayo de 1941), pero cuando este trabajo había logrado su mayor resonancia, se produjo el ataque de Alemania a la URSS el 22 de junio. El aparato ejecutivo de la IC se estructuró a través de la troika integrada por Jorge Dimitrov, Dimitri Manuilski y Palmiro Togliati que declaró que la situación había cambiado y con ella la línea estratégico-táctica del movimiento comunista. Ahora uno de los más importantes objetivos sería el apoyo a la Unión Soviética a fin de lograr la derrota del fascismo. Se hizo un llamado a los PPCC de Europa a iniciar la lucha armada y se insistió en que la conflagración no fuera presentada como un enfrentamiento entre el fascismo y comunismo, sino como una contienda de liberación nacional. La nueva consigna era la gestación de los Frentes Nacionales Antifascistas, en los cuales los comunistas no debían reclamar la hegemonía. En octubre de 1941 el aparato de la Comintern fue evacuado y su labor se concentró en Europa y China. En aquellas condiciones, el desaliento y la inercia fueron apoderándose del exiguo equipo de trabajo. En noviembre de 1942 la victoria de Stalingrado, dio un nuevo incentivo a los funcionarios de la Comintern, pero ya Stalin estaba convencido que esa organización constituía un obstáculo para concertación una alianza con Occidente que permitiera abrir el 2do frente y darle el golpe final al fascismo.
Desde el 9 de julio de 1941 se reunieron importantes personalidades cubanas y constituyeron el Frente Nacional Antifascista. El ejecutivo estuvo integrado por Alberto Giraudy, Lázaro Peña, Gustavo Urrutia, Juan Marinello, Gustavo Aldereguía y Edith García Buchaca. El Partido entonces hizo un llamamiento para lograr inscripciones en el Servicio Militar Voluntario. El frente realizó múltiples actividades encaminadas a crear una conciencia nacional de lo que significaba el fascismo. En un tren especial, sus dirigentes recorrieron la Isla efectuando actos públicos y creando comités a nivel municipal, organizaron la campaña "Cero Hitler en 1942" y "La Feria por un Mundo Nuevo" en junio de 1943. Al establecerse relaciones diplomáticas con la URSS en octubre de 1942 el trabajo del Frente se fortaleció. Maxim Litvinov fue acreditado ministro en Cuba (siendo embajador en Washington) y Aurelio Fernández Concheso en Moscú. El 9 de abril de 1943 Litvinov presentó sus cartas credenciales y la misión se completaba con Dimitriv Zaikin (encargado de negocios), Víctor Petrovich Yastrepov (primer secretario) Nora Chegodeva (agregada cultural) y el camarada Garanik.
El acatamiento acrítico de los orientaciones de la Comintern provocó en ocasiones una explicación seudocientífica de los acontecimientos. La defensa a ultranza de las variables coyunturales de la política exterior soviética raíz del pacto soviético-germano, del carácter de la II Guerra Mundial en sus inicios y del conflicto con Finlandia, mellaron el prestigio de los comunistas cubanos y le restaron aliados. Esta situación, en cierta manera, se vio compensada cuando en 1941 dedicaron todas sus fuerzas en la campaña de apoyo a las fuerzas antifascistas en todo el mundo y contribuyeron con ayuda moral y material al triunfo de 1945.
[1] Diario de sesiones de la Convención Constituyente de 1940, Vol 1, NUM 14, p. 19
[2] Ibídem, p 54.
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