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Las relaciones Cuba-EEUU durante la Segunda Guerra Mundial

00:00 19.05.2015 •

  

Por. Servando Valdés Sánchez


En 1932, cuando la crisis económica mundial atravesaba por su momento más agudo, Franklin Delano Roosevelt resulto electo presidente de los Estados Unidos. Esa circunstancia, unida al auge del fascismo y a la posibilidad inminente de una guerra de proporciones mundiales influyeron en su pensamiento, que se inclinó a  mejorar las relaciones con los gobiernos del área, apoyándose en el estreno de la política del Buen Vecino (Good Neighbor), la cual implicaba el empleo de métodos de dominación más flexibles, incluyendo el fomento de la injerencia de los militares latinoamericanos en el manejo de los estados y gobiernos.

Fue precisamente en ese contexto en que el entonces embajador norteamericano en la Isla, Benjamín Sumner Welles, logró consolidar una alianza golpista entre la oligarquía, que aspiraba a restaurar su perdida hegemonía, y el exsargento  coronel-jefe del nuevo Ejército constituido después del golpe de los sargentos del 4 de septiembre de 1933, Fulgencio Batista Zaldívar, quien el 15 de enero de 1934 obligó a renunciar al gobierno reformista presidido por Ramón Grau San Martín.

La reformulación de las relaciones de dependencia, con la presentación por parte del gobierno norteamericano de un proyecto de nuevo tratado de relaciones ocuparon los primeros espacios en la agenda bilateral Cuba-Estados Unidos. El 24 de mayo  fue firmado el nuevo Tratado; la Enmienda Platt desaparecía, pero Fulgencio Batista y su ejército se convertían en el sostén fundamental del régimen neocolonial.

Al mismo tiempo que ejercía una violenta represión interna, como condición indispensable para garantizar su alianza con Estados Unidos, el gobierno cubano se interesó por conocer también la posición de la administración norteamericana frente al auge del fascismo en Alemania. En marzo de 1935, instruyó a su embajada en Washington para que tratara sobre el tema con los funcionarios del Departamento de Estado:”Sírvase indagar oficiosamente impresión causada ese Gobierno consiguiente probable actitud frente conducta Alemania en relación cláusulas militares Tratado Versalles”.[1]

De momento Estados Unidos evitaría inmiscuirse en los asuntos europeos. Sin embargo, a medida que se hacía más inminente el peligro de guerra, iban prevaleciendo los criterios roosveltianos en torno a que si estallaba un conflicto de proporciones mundiales, sería muy difícil mantenerse neutral.

A mi juicio, los nexos cubano-norteamericanos en el contexto bélico transitaron por una etapa inicial de cooperación formal  y otra que identifico como de alianza militar negociada.

En el transcurso de la primera etapa los contactos se redujeron a niveles  diplomáticos y a tenor de las reuniones regionales efectuadas.

Hacia fines de 1938 pareció avizorarse un paso importante cuando Batista invitado por el general Maling Craig, jefe del Estado Mayor del Ejército de los Estados Unidos, asistió a los actos del 11 de noviembre en Washington, con motivo del vigésimo aniversario del armisticio de la Primera Guerra Mundial. En esa ocasión sostuvo entrevistas, indistintamente, con el Presidente norteamericano y funcionarios del Departamento de Estado, en las que se analizó la conveniencia de emprender conversaciones militares y navales secretas con Cuba y el resto de las repúblicas latinoamericanas.

Pero Batista no era de los que se jugaban una sola carta, por otras causas adicionales venía insistiendo ante el gobierno norteamericano. Alemania ocupaba el segundo lugar entre los países europeos, después de Gran Bretaña, en cuanto al valor total de su comercio con Cuba. Véase su comportamiento en el trienio 1937-1939:

 

Valor del comercio con los países europeos

(en pesos)

PAISES

1937

1938

1939

Gran Bretaña

26, 332, 264

24, 092, 294

21, 048, 081

Alemania

8, 981, 026

7, 435, 564

4, 855, 799

Francia

5, 201, 490

4,830, 503

4, 025, 959

Fuente: Ministerio de Estado. Política de comercio exterior: Tratados, convenios y arreglos comerciales celebrados por la República de Cuba desde 1902 a 1948. Talleres Tipográficos dela Editorial Publicitas,La Habana, 1949.

 

En el orden político, altos funcionarios del gobierno, como el propio Rafael Montalvo[2], secretario de Defensa Nacional, simpatizaban con el fascismo y el ministro alemán en la isla demandaba una definición a favor o en contra de las potencias del Eje.

Bajo esa coyuntura se anunció, el 19 de diciembre, la presencia, en el puerto de Santiago de Cuba, del acorazado alemán Schleswig Holstein escoltado por el buque tanque Rudolf Albrech. Los navíos nazis cumplían un supuesto viaje de instrucción de cadetes e hicieron escala en el territorio nacional invitados por el propio Batista.[3]

Mas antes de que finalizara el año se dio otro paso importante hacia la cooperación hemisférica, con la celebración de la Octava Conferencia Internacional Americana, entre el 9 y 23 de diciembre, donde se acordó el perfeccionamiento y coordinación de los instrumentos interamericanos de paz para prevenir la guerra en América, así como no reconocer territorios adquiridos por la fuerza. En particular, la delegación cubana al conclave solicitaría sanciones para los países totalitarios, en sintonía con el giro hacia la democracia efectuado por el régimen de Batista desde fines de 1937.

El gobierno cubano seguiría con detenimiento los sucesos en Europa y las delegaciones de la Isla que participaron en las primeras reuniones de consulta de ministros de relaciones exteriores de las repúblicas latinoamericanas desempeñaron un papel muy activo.

En 1939, en la Conferencia de Panamá, coincidiendo con una iniciativa similar de Estados Unidos, Miguel Angel de la Campa, secretario de Estado,  propuso establecer una zona de seguridad para garantizar el libre desenvolvimiento de las relaciones interamericanas y, un año después, en la reunión efectuada en la Habana, Campa sugirió la creación de una comisión de defensa que estudiara desde el punto de vista defensivo las necesidades estratégicas frente al eventual ataque de naciones no americanas, así como los medios de cooperación de cada país.

Al comenzar el conflicto bélico, La Habana secundó a Washington, al proclamar la posición de estricta neutralidad y prohibir todo tipo de actividad de los países beligerantes en el territorio nacional y sus aguas jurisdiccionales.

La colaboración militar. Pasos preliminares

En el verano de 1940 con el propósito de preparar las anunciadas conversaciones militares y navales secretas para un futuro inmediato  arribaron  a la Habana el coronel P. A. del Valle y teniente coronel N. Randolph en representación del ejército y la marina de guerra norteamericanos respectivamente. El primero de ellos traía las instrucciones siguientes:

1. Todas las conversaciones se debían realizar con la presencia y auspicio de Batista.

2. Dejar completamente esclarecido que las conversaciones no implicaban que los Estados Unidos entraban en la guerra, sino el deseo de establecer una alianza militar.

3. Dejar igualmente esclarecido que el espíritu de esto era hacer que todas y cada una de las repúblicas americanas pudieran emprender el camino de la cooperación contra cualquier agresión al continente.

4. Que los Estados Unidos necesitaban en cuanto a Cuba, construir un aeropuerto adecuado, cuyo financiamiento estaría a su cargo -aunque desde luego quedaría totalmente bajo la soberanía del gobierno cubano- y utilizar sus puertos, al tiempo que se requería de  adecuadas protección y vigilancia por Cuba de sus costas y de las actividades extranjeras dentro de la república.[4]

El gobierno estadounidense actuaba con mucha cautela en correspondencia con su posición neutral, pero, a su vez, iba tomando las medidas pertinentes para asegurarse el apoyo de los gobiernos latinoamericanos.

Mientras se efectuaban esos intercambios, entre el 21 y el 30 de julio tenía lugar en la propia capital de la isla, la Segunda Reunión de Consultas de ministros de relaciones exteriores de las repúblicas latinoamericanas, en la que el gobierno cubano votó a favor de la asistencia recíproca, la cooperación defensiva, la colaboración económica y financiera, entre otros acuerdos que se tomaron en el cónclave, a iniciativa de los Estados Unidos.[5]

Un mes después, el embajador norteamericano en Cuba, George S. Messermith, le informaba al Departamento  de Estado, los resultados de las conversaciones entre oficiales del Ejército y la Marina de Guerra de ambos países. Estos acordaron por escrito, que el gobierno de Roosevelt podía hacer uso del territorio cubano, no sólo para la defensa mutua, sino de todos los países de la región. En tal caso, el gobierno demócrata se interesaba por hacer uso de los puertos y aeropuertos cubanos, lo cual coincidía con el pensamiento de Batista quien, quien de forma oportunista interpretaba los objetivos de los planes estratégicos norteamericanos, previendo los beneficios que reportarían la construcción de aeropuertos en  el orden defensivo e incluso económico, cuando después de finalizada la conflagración mundial, pasaran al control del Estado cubano.

Otro de los aspectos analizados dentro de los planes de cooperación, a solicitud del Departamento Naval norteamericano, fue el de la extensión del área de la estación naval de Guantánamo. A principios del mes de julio de 1941, se reunieron para analizar la propuesta de acuerdo, el capitán Shuirman del Departamento Naval, Wilson, de la oficina del Subsecretario de Estado, así como Bonsal y Walmsle, de la División de Repúblicas Americanas.

Shuirman argumentó, que el principio sobre el cual se arrendaron las áreas de la estación naval le dio a las fuerzas armadas estadounidenses un ejercicio jurídico incuestionable y no podía ser aplicado a otros países del hemisferio. Por esas razones, alegaba que el Departamento no lo consideraba conveniente a la luz del programa de cooperación para otros países.[6] Aun así, los funcionarios del Departamento de Estado, interesados en ofrecer una imagen de cooperación defensiva mutua y en correspondencia con una de las directrices del programa roosveltiano, continuaron persistiendo. El 25 de julio, le fue enviada a Messermiht una copia de la propuesta de acuerdo dirigida al establecimiento de lo que se denominó "zona militar conjunta adyacente a la estación naval". El documento, contenía las bases que el Departamento consideraba esenciales para los propósitos de la defensa hemisférica.[7]Estas eran:

1. El establecimiento por el gobierno cubano de un área de defensa conjunta.

2. La formación de una junta compuesta por oficiales de Cuba y los Estados Unidos para administrar las actividades defensivas en el área.

3. La promesa por parte del gobierno cubano a adquirir por condonación del arrendamiento de las tierras, las cuales podían ser necesarias para los propósitos defensivos dentro del área.

4. El compromiso de los Estados Unidos, de reembolsar al gobierno cubano, por los gastos que incurriera con las tierras que ocupaban las instalaciones defensivas aprobadas por la Junta.

5. El propósito de los Estados Unidos de dar los abastecimientos necesarios para el cuidado y protección de esas instalaciones.

6. El término del acuerdo podría ser por 10 años, o por el tiempo que demorara la coyuntura de emergencia.[8]

Se aspiraba a que este tipo de acuerdo sirviera de modelo a otros similares en el hemisferio. La sensatez de los funcionarios del Departamento Naval influiría finalmente en el engavetamiento de la propuesta de acuerdo realizada por el Departamento de Estado para extender el área de la base naval de Guantánamo, lo que hubiera significado una lesión mayor a la soberanía del territorio nacional.

 

Planes de cooperación

El 7 de noviembre de 1941, el Secretario de Estado Cordell Hull y el embajador Aurelio F. Concheso firmaron el acuerdo sobre Arriendo-Préstamos (Lend Lease) para la transferencia de material militar. No obstante, en su Artículo I se aclaraba que los Estados Unidos se reservaban el derecho de suspender las entregas cuando se considerara que ya no resultaban "compatibles" con las necesidades de su defensa y del hemisferio, de modo que el compromiso adoptado quedó sujeto a la libre disposición del gobierno norteamericano.[9]Después de varios años de intercambio, las relaciones entre ambos gobiernos comenzaron a discurrir por la segunda etapa: Hacia la concertación definitiva de una alianza militar negociada

Un mes después, ocurrió el ataque japonés a la base naval estadounidense de Pearl Harbor. En respuesta a la agresión, el Congreso de la República de Cuba dictó la Ley No. 32,[10] declarando la guerra a Japón, y el 13 de diciembre, al poco tiempo de la entrada oficial de Estados Unidos en el conflicto contra Alemania e Italia, se emitió igual declaración hacia ambas potencias.

En un programa de guerra, aprobado por el senado el 11 de septiembre de 1943, se planteaban entre otros aspectos, el fortalecimiento de la cooperación con los Estados Unidos y el incremento de la lucha frente al espionaje fascista que también había estado ejerciendo sus influencias sobre el país, contando con las simpatías de organizaciones fascistas internas como el Partido Nazi Cubano, Legión Estudiantil de Cuba, Legión Nacional Revolucionaria Sindicalista, Fondo de la Campaña de Invierno, Asociación Alemana de Beneficencia y Falange Española, entre otras.[11]

En el plano internacional, Cuba se incluyó en la lista de firmantes de la "Declaración de las Naciones Unidas", del 1ro de enero de 1942, comprometiéndose a emplear todo su potencial económico y militar contra los miembros del Eje Roma-Berlín-Tokyo.

A su vez, el gobierno de Roosevelt convocó ese año a una nueva reunión de ministros de relaciones exteriores en Río de Janeiro. En esa conferencia, se dio impulso a la creación de una alianza militar continental, al disponerse por la Resolución No. 39 la creación de la Junta Interamericana de Defensa (Inter-American Defense Board) que, bajo una doctrina común antisubversiva contra la influencia nazi, pretendió la integración de los gobiernos latinoamericanos con los objetivos de garantizarle a los Estados Unidos el libre acceso a materias primas estratégicas, la apertura de las rutas aéreas y marítimas y el incremento de sus misiones militares en el continente.[12]

Con esos mismos propósitos, el Departamento de Estado decidió aumentar y extender su presencia militar en el área. El 7 de septiembre de 1942, los gobiernos de Estados Unidos y Cuba firmaron un convenio secreto para la cooperación militar y naval, el cual regulaba el uso de las bases y especificaba que el control de esas instalaciones sería transferido al Estado cubano seis meses después de finalizada la guerra.

Sobre esos presupuestos, las fuerzas armadas norteamericanas obtuvieron facilidades para construir dos bases aéreas en el territorio cubano. Una fue levantada en San Antonio de los Baños, La Habana y fue denominada “Batista”, en honor a quien fuera el principal artífice de ese proyecto y la otra en San Julián, Pinar del Río, con la misión principal de reabastecer a sus aviones que iban o venían de Sudamérica. Asimismo, fueron empleadas en el entrenamiento de sus bombarderos, pues las características geográficas de la Isla se asemejaban mucho a las del teatro de operaciones del Pacífico, donde predominaban grandes archipiélagos. La primera, fue operada por la fuerza aérea de su Ejército y la segunda, por la aviación de la Marina de Guerra. En ambas, pese a las garantías ofrecidas, se prohibió la presencia de pilotos cubanos y, en cuanto al aeropuerto de Columbia, se decidió finalmente su ampliación para garantizar el aterrizaje de aeronaves pesadas del Ejército y la Marina de Guerra norteamericanos.

Ante la ofensiva submarina nazi contra las rutas marítimas y el constante merodear de sumergibles alemanes por las costas de Cuba, el 1ro de febrero de 1943, fue firmado otro convenio suplementario que ampliaba lo estipulado por el anterior. Este acuerdo puso a disposición de los jefes de la armada estadounidense las unidades de superficie cubanas para operaciones conjuntas. También le permitió a dicha potencia establecer, con fines logísticos, depósitos de combustibles y de otros equipamientos en determinados lugares de la República, aunque todos los materiales de consumo, incluyendo el combustible y los lubricantes, fueron suministrados a la Marina de Guerra cubana, según las disposiciones del Arriendo-Préstamo. Por último, el acuerdo autorizaba el establecimiento de una Misión Naval, encargada de atender todos los asuntos referentes a la cooperación.

Similares acuerdos secretos firmados con Brasil, Panamá, Perú y Eduador, posibilitaron a los Estados Unidos establecer otras bases estratégicas.

Al mismo tiempo, mediante la Lend Lease, le vendieron al gobierno de Batista, aviones, tanques ligeros, transportes blindados, cañones de 37 mm, morteros de 81 mm, ametralladoras calibre 50, fusiles automáticos y semiautomáticos, granadas de fusil y de mano, así como otros medios.[13]

El Crucero "Cuba" y el Buque Escuela "Patria" fueron reparados y equipados en los astilleros de Galveston, Estados Unidos, y la Marina de Guerra cubana recibió 12 cazasubmarinos con sus tripulaciones completas, preparadas durante tres meses en el Sub-Chaser Training Center, de Miami.[14] Esas embarcaciones, divididas en grupos de tarea de tres unidades, cooperaron con las fuerzas navales de la Frontera del Golfo en el patrullaje y custodia de los sistemas de convoyes –Interlocking System- que circulaban entre las costas de ambos países.[15]

De esta manera, la administración de Roosevelt, retomando las experiencias de la Primera Guerra Mundial, economizaba sus fuerzas en una zona de operaciones navales que aunque alejada del teatro principal de operaciones de la guerra, resultaba muy importante para garantizar la estabilidad de las relaciones comerciales.

Los cazasubmarinos prestaron valiosos servicios y contribuyeron a impedir la pérdida de los buques mercantes frente a la actividad de los submarinos nazis, incluso, el 15 de marzo de 1943, uno de ellos, el CS-13, auxiliado por la aviación naval, logró detectar y hundir el sumergible alemán U-Boat 176, cuando este violaba la jurisdicción marítima cubana. La singular acción, no fue reconocida por Estados Unidos hasta después de la ocupación de los archivos militares fascistas en Berlín, donde se admitía la pérdida de dicho submarino. En resumen, las unidades de superficie de la Marina de Guerra de Cuba durante el conflicto bélico convoyaron 528 buques, con un tonelaje equivalente a 2 millones 768 mil 680 toneladas y rescataron 195 náufragos.[16]

Paralelamente, las actividades de espionaje internas fueron perseguidas con eficacia y se confiscaron todos los bienes y propiedades de los ciudadanos extranjeros naturales de la potencia del Eje.[17] A tales fines, fue constituido el Servicio de Investigaciones de Actividades Enemigas (SIAE), con la misión de vigilar la entrada y salida de barcos y aviones del país, proteger la industria azucarera contra actos de sabotaje y cumplir otras tareas en cooperación con los esfuerzos de guerra. Integrado por una plantilla de 30 hombres al mando del entonces comandante de la División Central de la Policía, Mariano Faget Díaz, el SIAE se caracterizó por la relativa profesionalidad de sus miembros, quienes fueron seleccionados mediante examen de oposición y recibieron un cursillo de especialización. El propio Faget, entre 1942 y 1944 viajó a territorio norteamericano como parte de varias comisiones militares encargadas de realizar estudios y adquirir experiencias.

La actividad desarrollada por ese nuevo cuerpo permitió neutralizar y detener a cientos de ciudadanos alemanes, italianos y japoneses que tenían estrechos contactos con el fascismo, entre los cuales se encontraban algunos funcionarios diplomáticos. El caso más difundido, fue el del agente del Servicio Secreto Nazi, Heinz August Luning, culpado de brindar información sobre el itinerario de buques cubanos y responsable directo del hundimiento de dos de ellos, el “Manzanillo” y el “Santiago de Cuba”, el 12 de agosto de 1942.

Poco antes de concluir el conflicto, los ejecutivos estadounidenses prepararon la Conferencia Interamericana sobre problemas de la guerra y la paz, conocida como Conferencia de Chapultepec, que se celebró entre el 21 de febrero y el 8 de marzo de 1945. Los países latinoamericanos firmantes fueron comprometidos en la formación de un órgano militar permanente para la defensa del continente y a continuar el suministro de materias primas estratégicas, así como a la actuación conjunta durante cualquier acontecimiento bélico. Los primeros pasos para la unión militar regional ya estaban dados, su completamiento era solo cuestión de tiempo

En ese ínterin, el gobierno norteamericano, por mediación de la embajada norteamericana y apoyándose en lo estipulado por el convenio secreto de 1942, solicitó nuevos terrenos  ubicados en el perímetro vecino a la base aérea de San Antonio de los Baños, lo cual amplió las concesiones y facilidades otorgadas.[18]

Durante el período de guerra fueron elaboradas una parte significativa de estructuras y vínculos que coadyuvaron al desarrollo ulterior de las relaciones militares entre ambos países. Como medida previa, la reformulación de los lazos de dependencia supuso también un reajuste de los vínculos militares, pues Estados Unidos trató de ser en lo adelante menos injerencista e intervencionista para garantizar la estabilidad del sistema neocolonial y lograr la integración económica, política y militar de los estados latinoamericanos en torno a su geoestrategia. Ello presuponía, por tanto, un sostenido apoyo a la nueva élite militar liderada por Batista que se consolidó luego del cuartelazo reaccionario de enero de 1934.y al gobierno constitucional presidido por este entre 1940 y 1944.

Las fuerzas armadas norteamericanas recibieron, quizás como en ningún otro lugar, todo tipo de facilidades y cooperación por parte de la administración batistiana. En Cuba se ensayó un modelo de supeditación militar, si se tiene en cuenta que los convenios firmados por el gobierno de Batista y Estados Unidos constituyeron una suerte de experiencia a aplicar en otros países del hemisferio.



[1] Cablegrama de la Secretaría de Estado al señor Licenciado Guillermo Patterson, embajador extraordinario y plenipotenciario de Cuba en los Estados Unidos de América, Legajo 23, 1915-1987, 20 de marzo de 1935. En  Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República de Cuba.

[2] En 1936,durante una visita a Estados Unidos, Montalvo declaró:

     Hay que hacer leyes que armonicen el capital y el trabajo, de manera de dar trabajo conservando el capital, porque si el capital desaparece no es posible la ayuda al que no lo tiene (…) En una palabra, al fantasma del comunismo que hoy amenaza al mundo hay que salirle al camino con una mejor distribución del capital.

    Véase “Declaraciones del General Rafael Montalvo, secretario de Defensa Nacional en su viaje a Estados Unidos”, 2 de octubre de 1936. Fondo Secretaria de Estado, legajo 245. En Archivo Nacional de la República de Cuba.

[3] La tripulación del acorazado alemán recibió un excelente trato del gobierno cubano. En agradecimiento, el doctor Hans Hermann Voelkers, ministro de Alemania, envió una nota al secretario de Defensa Nacional, Domingo F. Ramos, en la que le expresaba:

     Tras una visita de once días me es grato presentar a Vuestra Excelencia y al Gobierno de cuba, especialmente al jefe del Ejército constitucional señor coronel Fulgencio Batista (…) mis más expresivas gracias por todas las molestias que se han dado para contribuir a que la estancia de mis compatriotas en la capital de la bella provincia de Oriente haya sido tan agradable (…) El Schleswig Holstein queda también muy agradecido al acueducto de Santiago de Cuba por facilitarle el agua necesaria. Las hermosas fiestas de la compañía Ron Bacardí S. A:, del Círculo Militar y Naval, del Yacht Club y del Club Náutico de Santiago de Cuba quedarán para siempre de grato recuerdo para toda la tripulación. Véase Expediente militar de Fulgencio Batista Zaldívar, en Archivo del Instituto de Historia de Cuba. Como se conoce el Schleswig Holstein disparó los primeros cañonazos  de la Segunda Guerra Mundial contra la guarnición polaca instalada en la península báltica de Westerplate.

[4] The Under Secretary of State (Welles) to the Ambassador in Cuba (Messermith) Washington, May 29, 1940. Foreing Relations of the United States. Diplomatic Paper 1940, Volum V The American Republics, Washingfon, 1961, pp. 94-95.

[5]  La reunión estaba prevista para celebrarse en el mes de octubre, en Panamá, pero fue adelantada a solicitud del Presidente Roosevelt. En armonía con sus resultados, el gobierno cubano implementó y aplicó varias medidas, entre ellas, el Decreto de Defensa Nacional del 29 de enero de 1941, dirigido a la represión de acciones profascistas dentro del territorio cubano.

[6]  Memorandum of conversations by the Assistant Chief of the División of the American Republics (Walmsley) Washington, July 14, 1941, Ob. cit., pp. 109-110.

[7]  El subrayado es del autor para significar como desde esta época las autoridades norteamericanas comenzaron a emplear los conceptos de cooperación mutua y seguridad hemisférica, que en la postguerra tendrían una connotación especial dentro de la geopolítica imperialista.

[8] The Acting Secretary to the Ambassador in Cuba (Messermith) Washington, July 25, 1941, Ob. cit., p. 111-112.

[9]  Véase Lend-Lease Agreement between The United States and Cuba, signed novemver 7, 1941, Ob. cit., pp. 122-127.

[10] Gaceta Oficial de la República de Cuba No. 696 (Edición Extraordinaria),9 de diciembre de 1941.

[11]  A partir de 1940 las organizaciones fascistas fueron ilegalizadas y disueltas. Véase Juan Chongo Leiva: El fracaso de Hitler en Cuba, Editorial de Letras Cubanas, 1989.

[12]  Durante la Segunda Guerra Mundial, la Junta Interamericana de Defensa realizó estudios e hizo recomendaciones sobre procedimientos para facilitar el tránsito de aviones militares, medidas de seguridad contra el sabotaje, producción de materiales estratégicos, defensa antisubmarina, bases navales y aéreas, así como de la estandarización del material bélico, el adiestramiento y organización de las fuerzas armadas latinoamericanas.

[13] Hasta el 30 de noviembre de 1945 el valor de los artículos transferidos de acuerdo con la Lend-Lease ascendió a 4 millones 114 mil 804 dólares.

[14]  Aquellos cursos carecieron de estudios sobre las características táctico-técnicas de los submarinos

alemanes y la táctica de combate naval empleada por los mismos.

[15]  La vigilancia de las costas contó con un servicio de patrullaje aéreo a partir de 1943, reforzado con aviones B-25, bombarderos medianos norteamericanos. Quedó sin efecto por la Orden General No. 191, del 26 de septiembre de 1944.

[16] Información interesada por el delegado naval de Cuba a la Junta Interamericana de Defensa, Negociado de Operaciones Navales. En Archivo del Instituto de Historia de Cuba.

[17]  La aplicación arbitraria de esa medida, afectó a muchas familias inocentes, que habían emigrado a Cuba con la esperanza de lograr una mejoría económica y se sustentaban fundamentalmente de la agricultura.

[18] Memorándum al Honorable Presidente de la República, 25 de junio de 1945.l  Fondo Cuba –Estados Unidos, Asuntos Económicos 1941-1950.En Archivo de Ministerio de Relaciones Exteriores de la República de Cuba.


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